Este sábado, el París Saint-Germain tiene una nueva cita con la historia. Enfrente, el Inter de Milán, un gigante europeo con tradición ganadora. Pero más allá de los nombres, hay un detalle que ha puesto a soñar a los aficionados parisinos y tiene que ver con la sede del partido: Múnich.
Sí, Múnich. La ciudad alemana famosa por su cerveza, su fútbol y curiosamente, por ser terreno fértil para los campeones primerizos en la Champions League. Cada vez que la final se ha jugado ahí, el destino ha favorecido a quienes nunca habían levantado el trofeo.
En 1979, el Nottingham Forest se coronó por primera vez en esta ciudad. En 1993, el Olympique de Marsella se convirtió en el primer y hasta hoy único club francés en ganar la Champions, también en Múnich. Y en 2012, el Chelsea logró lo que parecía imposible: ganó su primera Orejona derrotando al Bayern en su propia casa.
El club parisino ya estuvo cerca en 2020, cuando perdió la final ante el Bayern. Desde entonces, ha invertido millones, ha cambiado técnicos y ha vivido temporadas de altos y bajos, pero su gran obsesión sigue siendo la misma: conquistar Europa.
En el otro lado está el Inter, un equipo con historia y músculo. Ha ganado la Champions tres veces y sabe lo que es jugar bajo presión. Pero no puede ignorar que Múnich, por alguna razón, parece tener un guiño especial con los que buscan su primer título.
Este sábado, Múnich será algo más que la sede de una final: será el escenario donde el fútbol decidirá si las casualidades existen o si el destino tiene camisa parisina.
